El mundo celebra el café durante el mes de octubre y nosotros lo hemos celebrado tomando buenos cafés y leyendo a aquellos autores que también lo amaron.
…leyendo y tomando café
El idilio entre el café y la literatura ha existido desde que se cruzaron en la historia. A veces ha sido la musa, otras el combustible para las ideas, y en ocasiones ha creado el espacio ideal para famosas tertulias y encuentros.
Sin duda, a los escritores les gusta el café… ¡les gusta mucho! Las estadísticas relacionadas con los bebedores de café y ciertos profesionales dejan claro que los escritores y en general los artistas, son de sus principales consumidores.
La historia esta llena testimonios de destacados literatos que llevaron su pasión por el café al extremo: Voltaire, uno de los adictos al café más famoso tomaba unas sesenta tazas al día y sus tertulias en el Café Procope fueron tan famosas que llevaron al pintor Henri Gervex a representarlas en su obra Escena de café de 1877.
Aunque la historia siempre lo reconocerá como uno de los padres del romanticismo, y uno de los exponentes más brillantes y prolíficos de la literatura alemana del siglo XIX, Johann Wolfgang Goethe tenía su vena científica, y fue el propulsor del descubrimiento de la cafeína debido a su pasión por el café.
Entre los escritores apasionados del café, Honoré de Balzac fue el más extremista. No sólo tomaba una inmensa cantidad de café al día a lo largo de sus maratónicas jornadas de trabajo de más de 15 horas, sino que también masticaba granos enteros de café, crudos y en ayuno. Además, era un sibarita, al punto que creo su propia mezcla. El 20 de mayo de 1839, celebrando sus 40 años y la publicación de su obra Tratado de excitantes modernos, Balzac estrenó su propia mezcla de café, que bautizó Honoré de Balzac, Paris 1839, la histórica mezcla que él consumía en ese momento.
De Marcel Proust se dice que “escribía y vivía de café y croissants”. Escribía exclusivamente de noche, tomando café en grandes cantidades y casi sin comer, cuenta Céleste Albaret, su fiel ama de llaves durante esos años.
PUEDES LEERLOS AQUÍ
VOLTAIREGOETHEBALZACPROUSTLYNCH
De lineal a circular
El mundo celebra el café y la industria esta comprometida con la prosperidad de los caficultores y con reducir el impacto de la industria del café en el medio ambiente y mitigar el cambio climático.
En el Día Internacional del Café 2022, los Miembros y socios de la Organización Internacional del Café (OIC) se unen para que el sector del café pase de una economía lineal a una circular:
Para celebrar a todos aquellos que trabajan duro para hacer los tres mil millones de deliciosas tazas de café que disfrutamos cada día en todo el mundo.
Reconocer que la transformación de los residuos del sector del café en nuevos productos y opciones energéticas alternativas crea importantes oportunidades de ingresos y empleo y reduce los costos de producción.
Si amas el café como nosotros, te interesara visitar estos sitios y adentrate en la industria alrededor de la cual se han tejido tantas historias.
El idilio entre el café y la literatura ha existido desde que se cruzaron en la historia. A veces ha sido la musa, otras el combustible para las ideas, y en ocasiones ha creado el espacio ideal para famosas tertulias y encuentros.
Sin duda, a los escritores les gusta el café… ¡les gusta mucho! Las estadísticas relacionadas con los bebedores de café y ciertos profesionales dejan claro que los escritores y en general los artistas, son de sus principales consumidores.
VOLTAIREGOETHEBALZACPROUST
La historia esta llena testimonios de destacados literatos que llevaron su pasión por el café al extremo: Voltaire, uno de los adictos al café más famoso tomaba unas sesenta tazas al día y sus tertulias en el Café Procope fueron tan famosas que llevaron al pintor Henri Gervex a representarlas en su obra Escena de café de 1877.
Aunque la historia siempre lo reconocerá como uno de los padres del romanticismo, y uno de los exponentes más brillantes y prolíficos de la literatura alemana del siglo XIX, Johann Wolfgang Goethe tenía su vena científica, y fue el propulsor del descubrimiento de la cafeína debido a su pasión por el café.
Entre los escritores apasionados del café, Honoré de Balzac fue el más extremista. No sólo tomaba una inmensa cantidad de café al día a lo largo de sus maratónicas jornadas de trabajo de más de 15 horas, sino que también masticaba granos enteros de café, crudos y en ayuno. Además, era un sibarita, al punto que creo su propia mezcla. El 20 de mayo de 1839, celebrando sus 40 años y la publicación de su obra Tratado de excitantes modernos, Balzac estrenó su propia mezcla de café, que bautizó Honoré de Balzac, Paris 1839, la histórica mezcla que él consumía en ese momento.
De Marcel Proust se dice que “escribía y vivía de café y croissants”. Escribía exclusivamente de noche, tomando café en grandes cantidades y casi sin comer, cuenta Céleste Albaret, su fiel ama de llaves durante esos años.
Hoy vamos a penetrar en el Universo de David Lynch. Como Honoré de Balzac, él ha creado su propia mezcla de café que ha devenido en su Signature Cup Coffee.
El Universo de David Lynch
DAVID LYNCH
Creador total, renacentista de vanguardia, autor inquieto, iconoclasta y polifacético son sólo algunas de las características que se le suelen atribuir a una personalidad tan arrolladora y particular como David Lynch, el chico de Montana, que es considerado como uno de los autores audiovisuales más importantes e influyentes de finales del siglo XX y comienzos de XXI.
El icónico David Lynch es un autor de culto, un personaje transgresor que sólo puede calificarse como un creador, porque además de escritor ha sido director de cine, guionista y productor de música electrónica. Su actividad se extiende al terreno de la pintura, la publicidad, la fotografía y el diseño de mobiliario.
¿Quién es David Lynch?
David Keith Lynch nació en Missoula, Montana, Estados Unidos el 20 de enero de 1946. Vivió una infancia que el mismo describe como “idílica cuyo único aspecto problemático fue una forzada vida nómada» debido a que su padre era un científico adscrito al Ministerio de Agricultura de los Estados Unidos y el cambio de residencia fue un aspecto permanente de su vida familiar.
Desde muy joven tuvo un gran impulso artístico y se inscribió en el Corcoran School of Art en Washington, D.C. mientras terminaba sus estudios secundarios en Alexandria, Virginia. Después cursó un año en el School of the Museum of Fine Arts de Boston antes de partir rumbo a Europa en compañía de su amigo y colega artístico Jack Fisk.
En 1966, Lynch se instala en la ciudad Filadelfia, Pensilvania, y asiste al Pennsylvania Academy of Fine Arts (PAFA). Allí se dedicó a la confección de complejos mosaicos a base de figuras geométricas, a los que él llamó Industrial Symphonies.
A los veinte años tuvo sus primeros devaneos cinematográficos. Su primer corto recibió el título de Six Men Getting Sick / Seis hombres enfermos realizado en 1966. Él lo describió como «57 segundos de desarrollo y pasión, y tres segundos de vómito». Con esta pieza ganó el certamen anual de la academia donde estudiaba. Este primer éxito le permitió abordar su segundo cortometraje: The Alphabet / El alfabeto.
A partir de 1970, David Lynch se dedicó exclusivamente al arte cinematográfico. Obtiene un premio de 5 mil dólares del American Film Institute por The Grandmother / La abuela.
En 1971, se trasladó a Los Ángeles para asistir a las clases del American Film Institute Conservatory. Fue allí donde empezó a trabajar en su primer largometraje, Eraserhead, aprovechando una ayuda de 10 mil dólares concedida por dicha institución. Debido a sus extravagantes contenidos, inicialmente se pensó que Eraserhead no podría ser exhibida comercialmente. Sin embargo, gracias al esfuerzo del distribuidor Ben Barenholtz, pronto se convirtió en un clásico, típico en salas especializadas en proyecciones de medianoche, fuera de las grandes audiencias y su autor se consagró como un ícono del cine surrealista y underground.
Los premios de David Lynch
Con una carrera artística muy prolífera ha recibido varias nominaciones a los Globos de Oro y ha ganado dos premios en el Festival Internacional de Cine de Cannes como mejor director en el 2001 por Mulholland Drive y la Palma de Oro por Corazón Salvaje en 1990.
Lynch ha ganado dos veces el Premio César francés a la mejor película extranjera, por El hombre elefante y Mulholland Drive. En 2002 fue presidente del jurado del Festival de Cannes. Ese mismo año fue galardonado por el gobierno francés con la Legión de Honor. El 6 de septiembre de 2006 recibió el León de Oro en el Festival de Venecia por sus contribuciones al Séptimo Arte. En este mismo festival presentó su último film, Inland Empire.
David Lynch ha sido nominado tres veces a los Premios Oscar y en el año 2019 recibió el Oscar Honorífico por su contribución a la industria cinematográfica. Según la crítica, Lynch ha logrado destacarse como uno de los pocos directores actuales con un estilo auténticamente personal y un referente ineludible en el cine contemporáneo.
David Lynch Signature Cup Coffee
Lynch ha creado su propia marca de café, con un blend seleccionado por él personalmente y se ha convertido en un maestro en el arte filosófico de tomar y disfrutar el café.
Para mi, es el sabor. No debería de ser amargo, sino más bien suave y con mucho cuerpo. Me gusta tomar cafés con leche o capuchinos.
En cualquier caso, el café debe tener una capa de espuma dorada. Puede ser algo tan bonito.
Lynch cuenta, en una entrevista que dio a la periodista Helen Hollyman para el VICE MEDIA GROUP, que la idea de crear su propia marca de café en verdad no fue suya.
Relata que un día un amigo fue a su casa y le dijo: «David bebes tanto café que deberías tener tu propia marca», y una cosa llevó a la otra.
Hice muchísimas catas a ciegas. Otro amigo me dijo, «conozco a unos tipos de Long Beach que tienen el mejor café», pero lo probé y era horrible. Así que continué probando diferentes cafés y mezclas y terminé escogiendo la misma casi todas las veces en las catas a ciegas.
Así nació el David Lynch Signature Cup Coffee.
Aquí les dejamos la entrevista completa publicada por el VICE MEDIA GROUP.
Ilustración de Domitille Collardey
La vanguardia del género fue la protagonista del Sitges-Festival Internacional de Cinema Fantàstic de Catalunya del 8 al 18 de octubre de 2020, en una edición especial, en formato híbrido entre presencial y online que, según la organización, confirmó el buen momento que vive el cine fantástico.
Las últimas novedades se combinaron con la recuperación de clásicos y el reconocimiento a “una personalidad inimitable en la historia del cine”: David Lynch.
La obra de David Lynch, subrayó la organización, se expresa por sí misma y es ampliamente conocida por cualquier cinéfilo. Desde Eraserhead (1977) hasta Twin Peaks: The Return (2017), pasando por Dune (1984), “sus trabajos invitan a un viaje por los sueños, el surrealismo, los miedos y las obsesiones humanas”.
Precisamente, El hombre elefante (1980) clausuró el Sitges 2020 celebrando el 40º Aniversario de su estreno con su remasterización en 4K.
Tanto en las salas de cine del certamen como a través de la pantalla, gracias a la plataforma de contenidos online Shift72, se pudo disfrutar de una programación “atrevida de alto nivel”.
No dejes de visitar el portal de David Lynch donde puedes ver algunos de sus proyectos cinematográficos y de animación que sólo son accesibles a través de UNIVERSO DAVID LYNCH.
Marcel Proust era un hombre de desayunos. Aunque durante buena parte de sus años de juventud fue un socialité consumado, con una vida mundana y disipada, durante los últimos quince años de su vida, en el periodo en el que escribió su obra cumbre En busca del tiempo perdido, Proust vivió recluido en su propiedad ubicada en el 102 del Boulevard Haussmann en París, donde hizo cubrir las paredes de corcho para aislarse de ruidos y dedicarse, sin ser molestado, a escribir su obra maestra. Prácticamente vivía a base de café con leche y croissants, casi como único alimento.
Marcel Proust y su hermano Robert en 1882 a los 11 años
Valentin Louis Georges Eugène Marcel Proust nació en el aristocrático barrio parisino de Auteuil, el 10 de julio de 1871, en el seno de una familia acomodada y cultivada. Su padre, Adrian Proust, fue un médico epidemiologo de renombre internacional, profesor en la Facultad de Medicina de la Universidad de París (La Sorbona), también consejero del gobierno en asuntos de sanidad. Jeanne Clemence Weil, su madre, una judía alsaciana nieta de un antiguo ministro de Justicia, era una mujer de una amplia y sólida cultura. Por ello, Proust siempre gozó de una educación, posición social y situación económica privilegiada.
Nació en París en el año 1871. Proust tuvo una salud tan frágil desde su nacimiento que su padre temió que no sobreviviera, por lo cual tuvo una niñez sobre protegida. Manifestaba signos de una inteligencia y una sensibilidad precoces, pero su salud permanecería delicada durante toda su vida, sufriendo su primer ataque severo de asma a los nueve años.
Marcel Proust, en la segunda fila, el primero a la izquierda, junto a sus compañeros de clase del Liceo Condorcet
Izquierda:Marcel Proust, fotografiado por Paul Nadar en 1887, a la edad de 15 años / Derecha: Marcel Proust a los 15 años. Fotografía de Gérard Bertrand
Marcel Proust en una velada en el aristocrático Hotel Ritz de París. Fotografia de Gérard Bertrand de la Colección «Marcel Proust Recomposed»
De joven comenzó a frecuentar los círculos aristocráticos, lo cual le permitió alternar con los escritores, artistas e intelectuales más renombrados de la época y que, al mismo tiempo, le valió la fama de snob; fama sobre la cual André Gide, escritor e influyente editor de la Nouvelle Revue Francaise (NRF) se basaría, algunos años después, para rechazar el manuscrito de À la recherche du temps perdu, casi sin leerlo. En esa época surge el famoso Cuestionario de Proust.
Gracias a su posición social y a la fortuna familiar, Proust pudo dedicarse exclusiva y tranquilamente a escribir, aunque sin mucho éxito durante los primeros años.
Su obra cumbre En busca del tiempo perdido cuyo título original en francés es À la recherche du temps perdu, compuesta de siete volúmenes, publicados entre 1913 y 1927, constituye una de las obras cumbre del siglo XX, con una gran influencia en el campo de la literatura, filosofía y la teoría del arte.
La coreografía del café y el croissant…
En 1905, tras la muerte de sus padres, especialmente la de su madre, su frágil salud se deterioró aún más, sumido en una gran depresión. Proust permaneció casi recluido en su residencia ubicada en 102 del Boulevard Haussmann en París. Escribía exclusivamente de noche, tomando café en grandes cantidades y casi sin comer, cuenta Céleste Albaret, su fiel ama de llaves durante esos años.
En el libro de sus memorias, Céleste cuenta que Proust nunca dejaba de escribir y de hacer interminables correcciones a sus textos, supresión y añadidos en papeles que ella se encargaba de pegar en las páginas correspondientes y que alcanzaban considerables extensiones.
A medida que su enfermedad empeoraba, su necesidad de escribir comenzó a suprimir su deseo de comer, y el desayuno se convirtió en la comida preferida de Proust. En lugar de las icónicas “magdalenas y el té” que se hicieron famosas a través de su novela, Por el camino de Swann / Du côté de chez Swann, publicada en 1913 por cuenta del propio autor, el verdadero Marcel exigía croissants y café con leche. Céleste se los llevaba a la cama mientras él leía el periódico, generalmente al medio día. Marcel mojaba con parsimonia su croissant en el café y comía poco más durante el resto del día. Céleste Albaret cuenta que se maravillaba de la capacidad del escritor para vivir con tan poco, después de años de ser un comedor hedonista.
La rutina de servir el café y el croissant era un arte delicado en la residencia de Proust. Cuando contrataron a Céleste, ella aprendió la intrincada coreografía del desayuno: traiga a Marcel el croissant # 1 con su café, pero asegúrese de tener el croissant # 2 a la mano en caso de que se requiera pastelería adicional. Cualquier retraso en servirlo sería un alto delito, escribe Albaret. «Pon el platillo con el croissant en la bandeja y vete», le instruyeron. «Hagas lo que hagas, no digas nada”.
«Lo más extraordinario era cómo podía sobrevivir y trabajar, enfermo como era, …viviendo en las sombras de alimentos que había conocido y amado en el pasado».
Céleste Albaret
En el mes de septiembre de 1922, Proust sufrió una severa crísis de asma. El 10 de octubre salió a la calle por última vez, y una semana después sus médicos le diagnosticaron una neumonía severa. Sin haber concluido totalmente su obra, a los 51 años, murió el 18 noviembre de 1922 en París.
Robert Proust, convertido en un prominente cirujano y quien siempre apoyó activamente la carrera de escritor de su hermano mayor, después de la temprana muerte de Marcel, editó y organizó los últimos tres volúmenes de la obra para su publicación. Tomaría personalmente a su cargo la edición de los manuscritos, cuyas publicaciones fueron apareciendo una a una hasta que en 1927 se publicó el tomo séptimo y último: El tiempo recobrado /Le temps retrouvé. Su extensa correspondencia también sería recopilada y las últimas piezas fueron publicadas en el año 2012.
Puedes leer su biografía completa aquí:
¿ Quién fue Céleste Albaret?
Céleste Albaret fue una muchacha de provincia, nacida en 1891 en Auxillac, una región del sur de Francia conocida como Languedoc-Roussillon. Se trasladó a París en 1913 al contraer matrimonio con un taxista parisino de nombre Odilon Albaret. El taxista tenía entre sus clientes más asiduos al celebre escritor Marcel Proust.
Solitaria y aburrida en la gran ciudad y por sugerencia de su marido, Albaret comenzó a hacer algunas diligencias para Proust. En poco tiempo se convirtió en su secretaria y ama de llaves. Durante la última década de la vida de Proust, su salud declinó enormemente y Céleste se convirtió en su enfermera y en «el conducto más confiable para el mundo del escritor, más allá de su recluida habitación recubierta de corcho”.
Albaret permaneció ferozmente leal a su famoso empleador hasta mucho después de la muerte de Proust en 1922. A medida que la reputación póstuma de Proust aumentaba, para Céleste fue un punto de honor rechazar la publicidad y evitar cualquier mención de la vida personal del escritor que pudiera haber sido considerada como una deslealtad.
«Mi querido Céleste sabes todo sobre mí. No sabes cuántas personas vendrán a verte después de que yo haya muerto. Y, por supuesto, no lo harás. Responde, te conozco.»
Céleste y su esposo Odilon Albaret
Después de la muerte de Proust, Céleste y su esposo abrieron el Hotel Alsace Lorraine, en Rue des Canettes en París, que más tarde pasó a llamarse Hotel La Perle y que la pareja regentaba junto con su hija, Odile.
Odilon Albaret, murió en 1960, para cuyo momento la mayor parte de las celebridades que Céleste había conocido como joven, gracias a Proust, habían desaparecido. Sin embargo, la reputación de Proust perduró y durante la década de 1960 Céleste fue redescubierta por los miembros del establishment de las artes y la cultura francesa.
Otra personalidad que mostró gran interés en los recuerdos de Céleste Albaret sobre sus años junto a Marcel Proust fue el coleccionista, filántropo y apasionado bibliófilo Jacques Guérin, considerado por los críticos «no sólo un coleccionista, sino un salvador de todo lo que se refiere a Proust”.
Gracias a los consejos de Jacques Guérin, a principios de la década de 1970, Céleste rompió su silencio de cincuenta años sobre su experiencia al lado de Marcel Proust. Después de observar que otros, menos escrupulosos que ella, habían hablado y escrito cosas sobre los asuntos personales de Proust que no siempre eran ciertas, reveló su experiencia junto al íconico escritor. Decidió cumplir su último deber con el que siempre le había dicho “usted es quien cerrará mi ojos cuando muera” y que con gran cariño se refería ella como “mi querida Céleste”.
Céleste Albaret posa al pie de la cama de la habitacion de Marcel Proust reconstruida por el coleccionsita Jacques Guérin en 1953.
A raíz de eso, Céleste Albaret dictó setenta horas de material grabado al conocido biográfo, periodista y traductor Georges Belmont. El resultado fue el libro Monsieur Proust: Souvenirs recueillis par Georges Belmont / Monsieur Proust: Monsieur Proust: Memorias recogidas por GeorgesBelmont publicado en 1973.
El libro de Belmont fue bien recibido por los críticos y también resonó más allá de la élite literaria. Fue traducido a varios idiomas incluyendo el inglés.
Céleste también accedió a vender a Jacques Guérin, para su colección de artículos de Proust, algunos obsequios personales que este le había regalado durante los largos años que estuvo a su servicio y que se han convertido en los tesoros «proustianos» más cotizados entre los fanáticos y coleccionistas franceses.
Puedes encontrar el libro Monsieur Proust en Amazon.
Céleste Albaret, a los 90 años, fotografiada por Séamas McSwiney en 1981
Pocos años antes de su muerte, en homenaje a una mujer notable que participó íntimamente en un elemento central de la historia literaria de Francia, y que personalmente contribuyó de manera práctica a la creación y preservación de textos históricos, Céleste Albaret fue condecorada con la Orden de Artes y Letras de Francia.
Vivió los últimos años de su vida en una moderna casa al oeste de París, en Montfort l’Amaury, cerca de la residencia de Maurice Ravel, de la cual fue cuidadora durante muchos años. Murio a los 94 años el 25 de abril de 1984.
En 1922, Man Ray (Emmanuel Radnitsky) apenas tenía un año viviendo en Montparnasse, París, uno de los barrios predilectos de los intelectuales de la época, cuando su amigo, el poeta, escritor y diseñador Jean Cocteau le pidió que fotografiara a su también buen amigo, el escritor Marcel Prouest, en su leche de muerte.
Cocteau, quien aunque bastante menor, era un buen amigo de Marcel y ambos se habían educado en el aristocrático Lycée Condorcet en París, aunque en épocas diferentes. Conocido en los círculos artísticos bohemios como “el príncipe frívolo”, Cocteau pidió a su amigo, el ya famoso y vanguardista fotógrafo americano recien llegado a Paris, que tomara una fotografía póstuma a su amigo Marcel.
Man Ray, que en ese momento tenía 32 años y que no conocía personalmente a Proust, a petición de su amigo, realizó la fotografía el 20 de noviembre de 1922, dos días después del fallecimiento del escritor. La impresión fotográfica, que es una copia en gelatina de plata, tiene un tamaño de 15.1 × 19.8 cm y se encuentra en el J. Paul Getty Museum, en la ciudad de Los Angeles, USA.
Durante los siguientes 20 años en Montparnasse, Man Ray se convirtió en un destacado fotógrafo y retratista. Importantes personalidades del mundo intelectual y social, como James Joyce, Gertrude Stein, Jean Cocteau, Bridget Bate Tichenor y Antonin Artaud, posaron para su cámara.
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El idilio entre el café y la literatura ha existido desde que se cruzaron en la historia. A veces ha sido la musa, otras el combustible para las ideas, y en ocasiones ha creado el espacio ideal para famosas tertulias y encuentros.
Sin duda, a los escritores les gusta el café… ¡les gusta mucho! Las estadísticas relacionadas con los bebedores de café y ciertos profesionales dejan claro que los escritores y en general los artistas, son de sus principales consumidores.
VOLTAIRE
GOETHE
BALZAC
PROUST
La historia esta llena testimonios de destacados literatos que llevaron su pasión por el café al extremo: Voltaire, uno de los adictos al café más famoso tomaba unas sesenta tazas al día y sus tertulias en el Café Procope fueron tan famosas que llevaron al pintor Henri Gervex a representarlas en su obra Escena de café de 1877.
Entre los escritores apasionados del café, Honoré de Balzac fue el más extremista. No sólo tomaba una inmensa cantidad de café al día a lo largo de sus maratónicas jornadas de trabajo de más de 15 horas, sino que también masticaba granos enteros de café, crudos y en ayuno. Además, era un sibarita, al punto que creo su propia mezcla. El 20 de mayo de 1839, celebrando sus 40 años y la publicación de su obra Tratado de excitantes modernos, Balzac estrenó su propia mezcla de café, que bautizó Honoré de Balzac, Paris 1839, la histórica mezcla que él consumía en ese momento.
De Marcel Proust se dice que “escribía y vivía de café y croissants”. Escribía exclusivamente de noche, tomando café en grandes cantidades y casi sin comer, cuenta Céleste Albaret, su fiel ama de llaves durante esos años.
Hoy vamos a penetrar en el universo de David Lynch. Como Honoré de Balzac, él ha creado su propia mezcla de café que ha devenido en su Signature Cup Coffee.
El universo de David Lynch
Creador total, renacentista de vanguardia, autor inquieto, iconoclasta y polifacético son sólo algunas de las características que se le suelen atribuir a una personalidad tan arrolladora y particular como David Lynch, el chico de Montana, que es considerado como uno de los autores audiovisuales más importantes e influyentes de finales del siglo XX y comienzos de XXI.
El icónico David Lynch es un autor de culto, un personaje transgresor que sólo puede calificarse como un creador, porque además de escritor ha sido director de cine, guionista y productor de música electrónica. Su actividad se extiende al terreno de la pintura, la publicidad, la fotografía y el diseño de mobiliario.
¿Quién es David Lynch?
David Keith Lynch nació en Missoula, Montana, Estados Unidos el 20 de enero de 1946. Vivió una infancia que el mismo describe como “idílica cuyo único aspecto problemático fue una forzada vida nómada» debido a que su padre era un científico adscrito al Ministerio de Agricultura de los Estados Unidos y el cambio de residencia fue un aspecto permanente de su vida familiar.
Desde muy joven tuvo un gran impulso artístico y se inscribió en el Corcoran School of Art en Washington, D.C. mientras terminaba sus estudios secundarios en Alexandria, Virginia. Después cursó un año en el School of the Museum of Fine Arts de Boston antes de partir rumbo a Europa en compañía de su amigo y colega artístico Jack Fisk.
En 1966, Lynch se instala en la ciudad Filadelfia, Pensilvania, y asiste al Pennsylvania Academy of Fine Arts (PAFA). Allí se dedicó a la confección de complejos mosaicos a base de figuras geométricas, a los que él llamó Industrial Symphonies.
A los veinte años tuvo sus primeros devaneos cinematográficos. Su primer corto recibió el título de Six Men Getting Sick / Seis hombres enfermos realizada en 1966. Él lo describió como «57 segundos de desarrollo y pasión, y tres segundos de vómito». Con esta pieza ganó el certamen anual de la academia donde estudiaba. Este primer éxito le permitió abordar su segundo cortometraje: The Alphabet / El alfabeto.
A partir de 1970, David Lynch se dedicó exclusivamente al arte cinematográfico. Obtiene un premio de 5 mil dólares del American Film Institute por The Grandmother / La abuela.
En 1971, se trasladó a Los Ángeles para asistir a las clases del American Film Institute Conservatory. Fue allí donde empezó a trabajar en su primer largometraje, Eraserhead, aprovechando una ayuda de 10 mil dólares concedida por dicha institución. Debido a sus extravagantes contenidos, inicialmente se pensó que Eraserhead no podría ser exhibida comercialmente. Sin embargo, gracias al esfuerzo del distribuidor Ben Barenholtz, se pronto se convirtió en un clásico, típico en salas especializadas en proyecciones de medianoche, fuera de las grandes audiencias y su autor se consagró como un ícono del cine surrealista y underground.
Los premios de David Lynch
Con una carrera artística muy prolifera ha recibido varias nominaciones a los Globos de Oro y ha ganado dos premios en el Festival Internacional de Cine de Cannes como mejor director en el 2001 por Mulholland Drive y la Palma de Oro por Corazon Salvaje en 1990.
Lynch ha ganado dos veces el Premio César francés a la mejor película extranjera, por El hombre elefante y Mulholland Drive. En 2002 fue presidente del jurado del Festival de Cannes. Ese mismo año fue galardonado por el gobierno francés con la Legión de Honor. El 6 de septiembre de 2006 recibió el León de Oro en el Festival de Venecia por sus contribuciones al Séptimo Arte. En este mismo festival presentó su último film, Inland Empire.
David Lynch ha sido nominado tres veces a los Premios Oscar y en el año 2019 recibió el Oscar Honorífico por su contribución a la industria cinematográfica. Según la crítica, Lynch ha logrado destacarse como uno de los pocos directores actuales con un estilo auténticamente personal y un referente ineludible en el cine contemporáneo
David Lynch Signature Cup Coffee
Lynch ha creado su propia marca de café, con un blend seleccionado por él personalmente y se ha convertido en un maestro en el arte filosófico de tomar y disfrutar el café.
Para mi, es el sabor. No debería de ser amargo, sino mas bien suave y con mucho cuerpo. Me gusta tomar cafés con leche o capuchinos.
En cualquier caso, el café debe tener una capa de espuma dorada. Puede ser algo tan bonito
Lynch cuenta, en una entrevista que dio a la periodista Helen Hollyman para el VICE MEDIA GROUP, que la idea de crear su propia marca de café en verdad no fue suya.
Relata que un día un amigo fue a su casa y le dijo: «David bebes tanto café que deberías tener tu propia marca», y una cosa llevó a la otra.
Hice muchísimas catas a ciegas. Otro amigo me dijo, «conozco a unos tipos de Long Beach que tienen el mejor café», pero lo probé y era horrible. Así que continué probando diferentes cafés y mezclas y terminé escogiendo la misma casi todas las veces en las catas a ciegas.
Así nació el David Lynch Signature Cup Coffee.
Aquí les dejamos la entrevista completa publicada por el VICE MEDIA GROUP.
Ilustración de Domitille Collardey
La vanguardia del género será la protagonista del Sitges-Festival Internacional de Cinema Fantàstic de Catalunya en una edición especial, en formato híbrido entre presencial y online que, según la organización, confirma el buen momento que vive el cine fantástico.
Las últimas novedades se combinarán con la recuperación de clásicos y el reconocimiento a “una personalidad inimitable en la historia del cine”: David Lynch.
La obra de David Lynch, subraya la organización, se expresa por sí misma y es ampliamente conocida por cualquier cinéfilo. Desde Eraserhead (1977) hasta Twin Peaks: The Return (2017), pasando por Dune (1984), “sus trabajos invitan a un viaje por los sueños, el surrealismo, los miedos y las obsesiones humanas”.
Precisamente, El hombre elefante (1980) clausurará el Sitges 2020 celebrando el 40º aniversario de su estreno con su remasterización en 4K.
Tanto en las salas de cine del certamen como a través de la pantalla, gracias a la plataforma de contenidos online Shift72, se podrá disfrutar de una programación “atrevida de alto nivel”.
No se lo pierdan, del 8 al 18 de octubre de 2020.
Aquí les dejamos el link.
No dejes de visitar el portal de David Lynch donde puedes ver algunos de sus proyectos cinematográficos y de animación que sólo son accesibles a través de UNIVERSO DAVID LYNCH.
Marcel Proust era un hombre de desayunos. Aunque durante buena parte de sus años de juventud, fue un socialité consumado, con una vida mundana y disipada, durante los últimos quince años de su vida, en el periodo en el que escribió su obra cumbre En busca del tiempo perdido, Proust vivió recluido en su propiedad ubicada en el 102 del Boulevard Haussmann en París, donde hizo cubrir las paredes de corcho para aislarse de ruidos y dedicarse, sin ser molestado, a escribir su obra maestra. Prácticamente vivía a base de café con leche y croissants casi como único alimento.
Marcel Proust y su hermano Robert en 1882 a los 11 años.
Valentin Louis Georges Eugène Marcel Proust nació en el aristocrático barrio parisino de Auteuil, el 10 de julio de 1871, en el seno de una familia acomodada y cultivada. Su padre, Adrian Proust, fue un médico epidemiologo de renombre internacional, profesor en la Facultad de Medicina de la Universidad de París (La Sorbona), también consejero del gobierno en asuntos de sanidad. Jeanne Clemence Weil, su madre, una judía alsaciana nieta de un antiguo ministro de Justicia, era una mujer de una amplia y sólida cultura. Por ello, Proust siempre gozó de una educación, posición social y situación económica privilegiada.
Proust tuvo una salud tan frágil desde su nacimiento que su padre temió que no sobreviviera, por lo cual tuvo una niñez sobre protegida. Manifestaba signos de una inteligencia y una sensibilidad precoces, pero su salud permanecería delicada durante toda su vida, sufriendo su primer ataque severo de asma a los nueve años.
Marcel Proust, en la segunda fila, el primero a la izquierda, junto a sus compañeros de clase del Liceo Condorcet.
Marcel Proust, fotografiado por Paul Nadar en 1887, a la edad de 15 años.
Marcel Proust a los 15 años. Fotografía de Gérard Bertrand.
Marcel Proust en una velada en el aristocrático Hotel Ritz de Paris. Fotografia de Gérard Bertrand de la Colección «Marcel Proust Recomposed».
De joven comenzó a frecuentar los círculos aristocráticos, lo cual le permitió alternar con los escritores, artistas e intelectuales más renombrados de la época y que, al mismo tiempo, le valió la fama de snob; fama sobre la cual André Gide, escritor e influyente editor de la Nouvelle Revue Francaise (NRF) se basaría, algunos años después, para rechazar el manuscrito de À la recherche du temps perdu, casi sin leerlo. En esa época surge el famoso Cuestionario de Proust.
Gracias a su posición social y a la fortuna familiar, Proust pudo dedicarse exclusiva y tranquilamente a escribir, aunque sin mucho éxito durante los primeros años.
Su obra cumbre En busca del tiempo perdido cuyo título original en francés es À la recherche du temps perdu, compuesta de siete volúmenes, publicados entre 1913 y 1927, constituye una de las obras cumbre del siglo XX, con una gran influencia en el campo de la literatura, filosofía y la teoría del arte.
La coreografía del café y el croissant…
En 1905, tras la muerte de sus padres, especialmente la de su madre, su frágil salud se deterioro aún más, sumido en una gran depresión y Proust permaneció casi recluido en su residencia ubicada en 102 del Boulevard Haussmann en París. Escribía exclusivamente de noche, tomando café en grandes cantidades y casi sin comer, cuenta Céleste Albaret, su fiel ama de llaves durante esos años.
En el libro de sus memorias, Céleste cuenta que Proust nunca dejaba de escribir y de hacer interminables correcciones a sus textos, supresión y añadidos en papeles que ella se encargaba de pegar en las páginas correspondientes y que alcanzaban considerables extensiones.
A medida que su enfermedad empeoraba, su necesidad de escribir comenzó a suprimir su deseo de comer, y el desayuno se convirtió en la comida preferida de Proust. En lugar de las icónicas “magdalenas y el té” que se hicieron famosas a través de su novela, Por el camino de Swann / Du côté de chez Swann, publicada en 1913 por cuenta del propio autor, el verdadero Marcel exigía croissants y café con leche. Céleste se los llevaba a la cama mientras él leía el periódico, generalmente al medio día. Marcel mojaba con parsimonia su croissant en el café y comía poco más durante el resto del día. Céleste Albaret cuenta que se maravillaba de la capacidad del escritor para vivir con tan poco, después de años de ser un comedor hedonista.
La rutina de servir el café y el croissant era un arte delicado en la residencia de Proust. Cuando contrataron a Céleste, ella aprendió la intrincada coreografía del desayuno: traiga a Marcel el croissant # 1 con su café, pero asegúrese de tener el croissant # 2 a la mano en caso de que se requiera pastelería adicional. Cualquier retraso en servirlo sería un alto delito, escribe Albaret. «Pon el platillo con el croissant en la bandeja y vete», le instruyeron. «Hagas lo que hagas, no digas nada”.
«Lo más extraordinario era cómo podía sobrevivir y trabajar, enfermo como era, …viviendo en las sombras de alimentos que había conocido y amado en el pasado».
Céleste Albaret
En el mes de septiembre de 1922, Proust sufrió una severa crisis de asma. El 10 de octubre salió a la calle por última vez, y una semana después sus médicos le diagnosticaron una neumonía severa. Sin haber concluido totalmente su obra, a los 51 años, murió el 18 noviembre de 1922 en París.
Robert Proust, convertido en un prominente cirujano y quien siempre apoyó activamente la carrera de escritor de su hermano mayor, después de la temprana muerte de Marcel, editó y organizó los últimos tres volúmenes de la obra para su publicación. Tomaría personalmente a su cargo la edición de los manuscritos, cuyas publicaciones fueron apareciendo una a una hasta que en 1927 se publicó el tomo séptimo y último: El tiempo recobrado /Le temps retrouvé. Su extensa correspondencia tambien sería recopilada y las últimas piezas fueron publicadas en el año 2012.
Puedes leer su biografía completa aquí:
¿ Quién fue Céleste Albaret?
Céleste Albaret fue una muchacha de provincia, nacida en 1891 en Auxillac, una región del sur de Francia conocida como Languedoc-Roussillon. Se trasladó a París en 1913 al contraer matrimonio con un taxista parisino de nombre Odilon Albaret. El taxista tenía entre sus clientes más asiduos al celebre escritor Marcel Proust.
Solitaria y aburrida en la gran ciudad, y por sugerencia de su marido, Albaret comenzó a hacer algunas diligencias para Proust. En poco tiempo se convirtió en su secretaria y ama de llaves. Durante la última década de la vida de Proust, su salud declinó enormemente y Céleste se convirtió en su enfermera y en «el conducto más confiable para el mundo del escritor, más allá de su recluida habitación recubierta de corcho”.
Albaret permaneció ferozmente leal a su famoso empleador hasta mucho después de la muerte de Proust en 1922. A medida que la reputación póstuma de Proust aumentaba, para Céleste fue un punto de honor rechazar la publicidad y evitar cualquier mención de la vida personal del escritor que pudiera haber sido considerada como una deslealtad.
«Mi querido Céleste sabes todo sobre mí. No sabes cuántas personas vendrán a verte después de que yo haya muerto. Y, por supuesto, no lo harás. Responde, te conozco.»
Céleste y su esposo Odilon Albaret
Después de la muerte de Proust, Céleste y su esposo abrieron el Hotel Alsace Lorraine, en Rue des Canettes en París, que más tarde pasó a llamarse Hotel La Perle y que la pareja regentaba junto con su hija, Odile.
Odilon Albaret, murió en 1960, para cuyo momento la mayor parte de las celebridades que Céleste había conocido como joven, gracias a Proust, habían desaparecido. Sin embargo, la reputación de Proust perduró y durante la década de 1960 Céleste fue redescubierta por los miembros del establishment de las artes y la cultura francesa.
Otra personalidad que mostró gran interés en los recuerdos de Céleste Albaret sobre sus años junto a Marcel Proust fue el coleccionista, filántropo y apasionado bibliófilo Jacques Guérin, considerado por los críticos «no sólo un coleccionista, sino un salvador de todo lo que se refiere a Proust”.
Gracias a los consejos de Jacques Guérin, a principios de la década de 1970, Céleste rompió su silencio de cincuenta años sobre su experiencia al lado de Marcel Proust. Después de observar que otros, menos escrupulosos que ella, habían hablado y escrito cosas sobre los asuntos personales de Proust que no siempre eran ciertas, revelo su experiencia junto al íconico escritor. Decidió cumplir su último deber con el que siempre le había dicho “usted es quien cerrará mi ojos cuando muera” y que con gran cariño se refería ella como “mi querida Céleste”.
Céleste Albaret posa al pie de la cama de la habitacion de Marcel Proust reconstruida por el coleccionsita Jacques Guérin en 1953.
A raiz de eso, Céleste Albaret dictó setenta horas de material grabado al conocido biográfo, periodista y traductor Georges Belmont. El resultado fue el libro Monsieur Proust: Souvenirs recueillis par Georges Belmont / Monsieur Proust: Recuerdos de Georges Belmont publicado en 1973.
El libro de Belmont fue bien recibido por los críticos y también resonó más allá de la élite literaria. Fue traducido a varios idiomas incluyendo el inglés.
Céleste también accedio a vender a Jacques Guérin, para su colección de artículos de Proust, algunos obsequios personales que este le había regalado durante los largos años que estuvo a su servicio, y que se han convertido en los tesoros «proustianos» más cotizados entre los fanáticos y coleccionistas franceses.
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Céleste Albert fotografiada por Séamas McSwiney en 1981
Pocos años antes de su muerte, en homenaje a una mujer notable que participó íntimamente en un elemento central de la historia literaria de Francia, y que personalmente contribuyó de manera práctica a la creación y preservación de textos históricos, Céleste Albaret fue condecorada con la Orden de Artes y Letras de Francia.
Vivió los últimos años de su vida en una moderna casa al oeste de París, en Montfort l’Amaury, cerca de la residencia de Maurice Ravel, de la cual fue cuidadora durante muchos años. Murio a los 94 años el 25 de abril de 1984
En 1922, Man Ray (Emmanuel Radnitsky) apenas tenía un año viviendo en Montparnasse, París, uno de los barrios predilectos de los intelectuales de la época, cuando su amigo, el poeta, escritor y diseñador Jean Cocteau le pidió que fotografiara a su también buen amigo, el escritor Marcel Prouest, en su leche de muerte.
Cocteau, quien aunque bastante menor, era un buen amigo de Marcel y ambos se habían educado en el aristocrático Lycée Condorcet en París, aunque en épocas diferentes. Conocido en los círculos artísticos bohemios como “el príncipe frívolo”, Cocteau pidió a su amigo, el ya famoso y vanguardista fotógrafo americano recien llegado a Paris, que tomara una fotografía póstuma a su amigo Marcel.
Man Ray, que en ese momento tenía 32 años y que no conocía personalmente a Proust, a petición de su amigo, realizó la fotografía el 20 de noviembre de 1922, dos días después del fallecimiento del escritor. La impresión fotográfica, que es una copia en gelatina de plata, tiene un tamaño de 15.1 × 19.8 cm y se encuentra en el J. Paul Getty Museum, en la ciudad de Los Angeles, USA.
Durante los siguientes 20 años en Montparnasse, Man Ray se convirtió en un destacado fotógrafo y retratista. Importantes personalidades del mundo intelectual y social, como James Joyce, Gertrude Stein, Jean Cocteau, Bridget Bate Tichenor y Antonin Artaud, posaron para su cámara.
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