Albi, la ciudad de los cátaros, el color índigo y Toulouse-Lautrec – 2

 

PARTE II


Encumbrada en la colina de la meseta de Saint Salvy, dominando el valle del río Tarn, en la histórica región francesa conocida como el Languedoc en los Midi-Pyrenees, la ciudad de Albi ha dado nombre a uno de los conflictos religiosos más significativos de la Edad Media: la Cruzada Albigense, también conocido como la «herejía cátara».

Mi atracción hacia los cátaros, me llevó a visitar Albi, en la región de Occitania llena de historia, de magia y leyendas. Quiero compartir con ustedes algunos de mis descubrimientos.


 

Cuenta Stephen O’Shea en su libro Los cátaros, la herejía perfecta »

(…) Albi, la ciudad cuyo nombre conserva un aire de infamia. Sabíamos que la cruzada contra los albigenses había sido un cataclismo de la Edad Media, una violenta campaña de sitios, batallas y hogueras, durante la cual los seguidores de la Iglesia Católica intentaron eliminar a los herejes, conocidos como albigenses o cátaros.

A la cruzada del Siglo XIII, dirigida no contra musulmanes de la lejana Palestina, sino contra disidentes cristianos del mismo corazón de Europa, siguió la fundación de la Inquisición, una maquina implacable creada en concreto para acabar con los cátaros supervivientes de la guerra. Debido a la convulsión, el Languedoc, antaño orgulloso territorio independiente, quedó anexionado al reino de Francia. Cruzada, Inquisición, conquista… Albi tenía asegurado su lugar en la Historia, sino en el recuerdo afectuoso.»

Los cátaros, Stephen O’Shea : https://www.amazon.com/Los-cátaros-Spanish-Stephen-Oshea-ebook/dp/B016WKYH5U/ref=sr_1_1?ie=UTF8&qid=1496762252&sr=8-1&keywords=Los+Cataros

Con apenás 50 mil habitantes, Albi tiene entre sus muchos tesoros la catedral más grande que se haya construida en ladrillos, fabricados con la legendaria arcilla del rio Tarn. Posee palacios medievales y renacentistas, un casco histórico cuidadosamente preservado y es la ciudad natal de albigenses tan notables como el destacado militar francés  Louis-Casimir Teyssier, y el escritor Pierre Benoit. Pero, su  hijo más conocido es el pintor Henri de Toulouse-Lautrec.

 

Considerada como  «ciudad de arte y de historia», fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en el año 2010 por su riqueza histórica y cultural.

 

 

 

 

Conoce más sobre Albi.  Visita nuestro post anterior. Aquí el link: 

https://cronicasdeimarie.wordpress.com/2017/06/23/albi-la-ciudad-de-los-cataros-el-color-indigo-y-toulouse-lautrec-1/

 


Bajo la protección de Santa Cecilia

 

 

Consagrada a la virgen y mártir, patrona de los músicos, la «cathédrale Sainte-Cécile» es una manifestación inequívoca del triunfo del catolicismo sobre la «herejía» cátara.  Su construcción comienza en el año 1282, después de finalizadas las Cruzadas Albigenses.

Una vez terminada la cruel y larga guerra, que comenzó en el año 1209,  desaparecidos los señores feudales y vizcondes del Languedoc, lo cual provocó la extinción  del movimiento  cátaro y el ocaso de la floreciente cultura languedociana, los obispos católicos asumen el poder en la región. El famoso inquisidor Bernard de Castanet, obispo de combate, considerado «un soldado del papado», es designado y consagrado como obispo por el primer papa dominico, Inocente V, y pasa a ser obispo de Albi para «restaurar el orden en las almas y en el clero». Bajo su obispado comienza la construcción de la imponente catedral. Albi se convierte en ciudad episcopal y Castanet establece en su diócesis una  auténtica monarquía eclesiástica.

La construcción de «Sainte-Cécile», que tardó unos doscientos años y veintitrés papas de la Iglesia Católica, finalmente culmina en 1480. Es consagrada el 23 de abril de ese mismo año por el obispo Luis I de Amboise, bajo el papado de Sixto IV.

Es una poderosa fortaleza que domina el territorio circundante, símbolo del inmenso poderío de la Iglesia Católica de la época.

¡Es abrumadora y magnificente!

La «cathédrale Sainte-Cécile» es la máxima representación del estilo gótico meridional y tiene pocos vitrales. La impresionante austeridad del exterior contrasta con el exhuberante decorado de su interior. Tiene una única nave central con capillas entre los contrafuertes a lo largo de todo su perímetro. Posee los mayores murales medievales de Francia.

También es la catedral construida en ladrillo más grande del mundo, con 113 metros de largo y 35 metros de ancho, con una altura de 30 metros en el interior.  Domina la ciudad con su campanario de 78 metros de altura, cuya construcción culminó en 1492. En la fachada exterior de la catedral se encuentran las torres-prisiones con sus muros de un espesor de 2,5 metros.

 

 

Debido al largo tiempo que tomó su construcción, reúne un conjunto de obras de arte, esculturas y frescos que van desde la Edad Media hasta el Renacimiento, lo cual la convierte en una visita obligada para los amantes del arte. Con pinturas en paredes y techo, la «cathédrale Sainte-Cécile» es la única catedral europea completamente pintada.

En la capilla mayor, destaca el fresco Juicio final, realizado entre 1474 y 1484. Reconocido como el mural más grande del mundo, ofrece una representación del fin de los tiempos realizado por artistas flamencos anónimos. Es la obra más antiguas que se conserva en la catedral, la cual originalmente ocupó unos 200 metros cuadrados de superficie.

En cambio, alrededor del año 1509,  fueron pintores italianos de Bologna, quiénes recubrieron la bóveda de la catedral con un magnífico fresco donde abundan los íconos y que plasma el Cristo y la Virgen rodeados por todos los santos protectores. Constituye el  mayor conjunto pictórico renacentista de Francia.

El «Jube»  o la clausura del coro, a donde se reunían los religiosos para leer las santas escrituras, es un impresionante encaje de piedra realizada bajo el estilo gótico flamingo que presenta unas 200 estatuas policromadas con unos detalles impresionantes.

Albi posee en su catedral uno de los más bellos órganos de Francia. Es una obra maestra  tanto arquitectónica como musical. Su caja, producto del talento de Christophe Moucherel, construida entre  1734 y 1736, provoca la admiración de los conocedores por sus dimensiones fuera de lo común.  Cuenta con una de las decoraciones más destacadas y hermosas de Francia en lo que a órganos eclesiásticos se refiere.

 

 


 

Arquitectura gótica meridional

Encontramos el estilo gótico meridional principalmente en el sur de Francia, sobre todo en las zonas donde se desarrolló el catarismo, sometido a la represión religiosa y militar llegada del norte.

La «toma de control» de la jerarquía católica dio lugar a numerosas construcciones y reconstrucciones de edificios tanto religiosos como civiles. Las regiones en donde más se desarrolló este estilo son los actuales departamentos de Haute-Garonne (Toulouse), Tarn (Albi), Tarn-et-Garonne (Montauban), Ariège, Gers, Aude, Pirineos Orientales y Hérault.

Se caracteriza por la austeridad de las edificaciones, por el uso de contrafuertes en lugar  de arbotantes, la utilización de una sola nave central y por las escasas y estrechas aberturas.

La arquitectura románica se prolonga durante más tiempo en el sur de Francia que en el norte y la transición al gótico se realizó sin una verdadera ruptura. Las edificaciones suelen tener un aspecto militar y defensivo.

Como cualquier construcción que usa preferiblemente materiales locales, la arquitectura gótica meridional de las regiones de Toulouse, Montauban y Albi apeló principalmente al ladrillo, que se ha convertido en una de sus principales señas de identidad.

Los constructores utilizaron técnicas adecuadas para este material, como el arco en mitra típico del estilo gótico tolosano. El ladrillo se prestó para realizar composiciones decorativas geométricas, aunque a cambio permitía pocas esculturas integradas en la arquitectura. Dependiendo del tipo de arcilla utilizada, los ladrillos podían ser moldeados o redondeados por abrasión. Algunos edificios utilizan la piedra con moderación para crear contrastes coloridas.

Catedral-de-Santa-Cecilia

Plano de la «cathédrale Sainte-Cécile».

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La «cathédrale Sainte-Cécile» está rodeada por empinadas calles peatonales con las típicas casas de ladrillo y entramado de madera que nos transportan a la Albi medieval de los Condes de Trencavel que tenían su castillo en la calle Castelviel y sus alrededores.


 

 

 

Arte en la catedral 

Pintor y sacerdote

Kim En Joong es un sacerdote dominico y pintor nacido en Pooyo, Corea del Sur en 1940, durante la ocupación japonesa.

En 1946, la familia de Kim En Joong se trasladó a la ciudad de Taejon. Es entonces cuando el niño, a la edad de seis años, descubre el color a través de los impresos que han dejado atrás los japoneses cuando abandonan Corea.

De 1947 a 1959, asiste a la escuela secundaria en esa misma ciudad y comienza a practicar la caligrafía. A los diecisiete años, ingresa a la escuela libre de clases de dibujo y se prepara para el exámen de admisión para entrar a la escuela de Bellas Artes de Seúl, donde fue admitido en 1959.

Sus estudios de postgrado son interrumpidos no solo por la agitación de los estudiantes de Bellas Artes en 1960, sino también porque debe cumplir con un duro servicio militar. Fue movilizado en 1963 como teniente de infantería. A pesar de las buenas relaciones que mantiene con los soldados, la guerra y la división de Corea en dos lo afecta profundamente.

Kim En Joong, el dominico pintor en su estudio de París. Foto: Joel Robine para AFP.

Al regreso del frente, comienza a pintar nuevamente, esta vez, con la naturaleza como tema principal.

La critica de arte americana escribe sobre él diciendo que «Kim se unió al mundo de Miró y al material de Dubuffet».

Una vez que se separa totalmente del servicio militar en 1965, obtiene un trabajo como profesor asistente de clases de arte en un pequeño seminario católico en Seúl, donde descubre el catolicismo. Fue bautizado en 1967.

Kim Joong llega a Europa en 1969. Ingresa como estudiante de filosofía y seminarista en un convento dominico en Friburgo, Suiza. Recibe un gran apoyo para el desarrollo de su vocación como pintor dentro de su congregación religiosa, Esta, eventualmente promueve su traslado a París para que continúe allí su apostolado y desarrolle su vida artística.

Es ordenado sacerdote en 1974 y asignado al Convento de la Anunciación en París en 1975, donde vive y trabaja.

Exhibió sus obras en la «cathédrale Sainte-Cécile», uniéndose al arte de los siglos pasados, como parte de las muchas actividades artísticas y culturales que se desarrollan en el recinto.

 


Estoy segura de que a Toulouse-Lautrec le gustaría muchísimo la ciudad de Albi contemporánea, con sus cafés y terrazas al aire libre, abundantes galerías de arte, sus paseos por el río Tarn y su nutrida agenda cultural. Una ciudad donde la historia y el arte sorprenden a cada paso, en la que disfrutar y conocer mejor la obra de aquel artista de la bohemia parisina de finales del siglo XIX, que se fue a París para convertirse en un maestro indiscutible del post-impresionismo.

 


 

Sobre Albi, todavía tengo mucho más que contarles. En nuestro próximo encuentro exploraremos la residencia de los jerarcas eclesiásticos, el «Palais de la Berbie», aposento episcopal en la Edad Media y hoy el «Musèe Toulouse-Lautrec».

¡Yo estuve ahí!


Enlaces relacionados:

https://www.albi-tourisme.fr/fr

http://www.cite-episcopale-albi.fr/?lang=fr

http://america.france.fr/es/descubre/midi-pyrenees

www.tourisme-tarn.com/es

 

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