Albi, la ciudad de los cátaros, el color índigo y Toulouse Lautrec – 1

PARTE I


Descubrí la historia de los cátaros en mi primer viaje al sur de Francia. La atracción fue a primera vista. Luego, me llevó a la ciudad de Albi, en la Occitania, una región plena de pasión, historia, magia y leyendas. Quiero compartir con ustedes algunas de mis experiencias y descubrimientos. 

Los Celtas se establecieron en el paraje del Casteviel, el lugar donde hoy se erige la imponente «cathédrale Sainte-Cécile». Luego en el Siglo I a.C. los Romanos la nombraron Albiga, y con ello, quedó registrada históricamente su fecha fundacional. Fue también el asentamiento de los cátaros, considerados herejes por la Iglesia Católica y victimas principales de las Cruzadas Albigenses.

Famosa históricamente por su cultivo de la planta tintorera Isatis Tinctoria,  es además la ciudad natal de Toulouse-Lautrec.

Conocida como “la ciudad roja” por el color de sus construcciones en las cuales predomina el inteligente e imaginativo uso del ladrillo,  Albi es una ciudad pequeña y de las más bellas que yo he conocido en el Sur de Francia. Entre las “ciudades de arte y de historia” francesas, ocupa un puesto privilegiado por sus monumentos, colecciones de arte y su arquitectura de ciudad amurallada medieval.

Situada en la ribera del río Tarn, en la región del Midi-Pyrénées, es la capital de la prefectura de Tarn y una de las cunas de la cultura occitana. Posee una abundancia de monumentos históricos y tesoros artísticos cuidadosamente preservados y en algunos casos desarrollados magistralmente hacia la modernidad.

Los Celtas se asentaron en el paraje del Casteviel y después los romanos se instalaron en esas tierras hacia el año 100 a.C. fundando su ciudad sobre la meseta de Saint Salvy. La civitas albigensium escoge a Albiga como su capital.

Pronto se destaca como ciudad comercial, gracias a su puerto fluvial en el río Tarn y a las vías creadas por los romanos. Ya en la época del Imperio galo-romano, Albi era un importante centro de comercio y una encrucijada estratégica en la región, ubicada en el cruce de caminos entre los puntos cardinales del sur de Francia.

Hacia la Edad Media, la ciudad se fortifica ante las invasiones territoriales y las guerras frecuentes que marcarón esa época.  Durante sus más de dos mil años de existencia, ha sido testigo vivencial y a la vez protagonista de tres momentos históricos determinantes del Languedoc: las Cruzadas Albigenses (1209-1244), la Guerra de los 100 años (1337 – 1453) y las Guerras Religiosas (1562-1598).

Estos acontecimientos históricos que modificarón la geopolítica de Europa occidental, dejaron profundas huellas en el devenir de esta hermosa ciudad, que hoy la convierten en un espacio verdaderamente enriquecedor para la humanidad , como de hecho es reconocida al ser clasificada como “ciudad de arte y de historia” por la UNESCO. En la actualidad  es uno de los centros principales de la antigua cultura y lengua occitana. Su máximo apogeo lo alcanzó en el Siglo XVI, momento en el cual se construyeron muchos de los palacetes que aún se conservan en el centro histórico de la ciudad.

Fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en el año 2010 por su riqueza histórica y cultural.

Los Colores de Albi

Pintura del artista y sacerdote dominico Kim En Joong expuesta en la «cathédrale Sainte-Cécile».

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La arcilla del río Tarn

Construida en la ribera del Tarn, la arcilla de este río ha sido la materia prima para la fabricación de los ladrillos rojos que caracterizan la arquitectura de Albi desde su fundación. Los verás en toda la ciudad en edificaciones de diferentes épocas, ya sea en sus casas, puentes, castillos, catedrales, claustros, calles o molinos, en una armoniosa gama que va desde el color rosa, hasta el ocre. Por eso la llaman «la ciudad roja».

El » Vieux Pont» o Puente Viejo, es una muestra de la longevidad de los ladrillos fabricados con las arcillas del Tarn.  Construido en el año 1035, es uno de los puentes más antiguos de Francia y que además aún está en uso.

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El índigo blue de la Cocagne

Desde la Edad Media, a lo largo del río Tarn, los agricultores del  Languedoc cultivaban la planta tintorera  Isatis Tinctoria, que en el Siglo XIII se trabajaba en los molinos de Albi, produciendo una tinta permanente de color azul intenso que llegó a llamarse índigo y cuyo valor comercial era tres veces mayor que su mismo peso en trigo.

Los extensos cultivos de esta planta le ganaron a la región el nombre de «el país du la cocagne» o «país de la cucaña», en referencia al capullo de la flor o coque en el antiguo idioma occitano. El coque también era utilizado como moneda o token para  transitar el «Vieux Pont». Popularmente la palabra «cucaña» era sinónimo de abundancia, lo cual caracterizaba a esta región.

Proveniente de Asia,  otros nombres comunes  para referirse al colorante azul producido por esta especie son:  añil, isatide o glastum. Mezclando el coque con otros productos se obtenían una variedad de colores para pintar los tapices que hoy pueden apreciarse en sus museos y que forman parte de este maravilloso patrimonio de la humanidad.


PARTE II

Sobre Albi, tengo mucho que contarles. En nuestros próximos encuentros exploraremos la emblemática «cathédrale Sainte-Cécile» y el «Palais de la Berbie», aposento episcopal en la Edad Media y hoy el «Musèe Toulouse Lautrec».


 ¡Yo estuve ahí!


Enlaces relacionados:

https://www.albi-tourisme.fr/fr

http://www.cite-episcopale-albi.fr/?lang=fr

http://america.france.fr/es/descubre/midi-pyrenees


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